viernes, 5 de septiembre de 2008

Cumbia Villera y su historia

Con el incremento de la exclusión social que tuvo lugar en la Argentina en los últimos años, apareció una forma de cultura popular que dice expresar esos cambios en la vida cotidiana de los sectores más empobrecidos: la cumbia villera.
Esta se posiciona como un producto eficaz para la construcción de una estética vinculada a los pobres, sus vidas, su trabajo, su sexo, su cuerpo, sus adicciones.
En pleno despertar del nuevo milenio, la entrada en escena de la cumbia villera les otorgó a los sectores más relegados de la sociedad su credencial de ciudadanía mediática. Sus historias, sus códigos, sus costumbres, sus vicios, sus conflictos y, sobre todo, su particular lenguaje, irrumpieron sin pedir permiso en los hogares del país a través de portavoces como Damas Gratis, Flor de Piedra, Los Pibes Chorros, Metaguacha, Guachin y otros.
La cumbia villera no es apolítica: es antipolítica. El poder no son las instituciones republicanas, la opresión capitalista o el imperialismo: el poder es el dinero, las drogas o el sexo. Nació como una contraposición y fuerza de choque para con La Policía, desafiándolos a intentar oprimir su manera de vivir.
Frente a los grandes valores de la vieja guardia (Ricky Maravilla, Gilda), al componente empalagoso de la cumbia romántica (Leo Mattioli, Los Mensajeros del Amor), a los combos tropi-pop (Sombras, Ráfaga) y al avance de la fiesta neocuartetera (Rodrigo, Walter Olmos), la cumbia villera vino a reflejar la aspereza de la vida en las orillas del conurbano bonaerense, el lugar de nacimiento de este tipo de música.
El estilo villero extendió sus dominios más allá de las notas. Y pronto apareció un vestuario que identificaba a sus cultores: zapatillas de marca, pantalón de gimnasia, campera deportiva y gorra. Los músicos y el público comparten un mismo look, un mismo idioma. En ese factor radica la "autenticidad" del fenómeno, una base de identificación mutua.
Las letras de esta subespecie cumbiera pusieron en circulación una serie de expresiones provenientes de una jerga o una geografía urbana determinada, que se fueron entretejiendo con el habla popular: guachín (pibe o chabón), llantas (zapatillas) o rescatarse (ponerse las pilas).
La cumbia villera exalta en forma directa el consumo de drogas prohibidas (es tema en la mayoría de las canciones), llamándolas por su nombre (o con sustitutos obvios como "coca", "yerba" o "aspirina") y denunciando como "careta" o "pancho" al que no se droga.
El surgimiento, el auge y la desaparición (proceso que en muchos casos no insumía más de tres meses) de grupos de este estilo fue constante. Aún así, y por más obvio que ello sea, el fenómeno tuvo su epicentro en las bailantas, las radios tropicales y los programas del sábado a la tarde. Pero su impacto también se hizo sentir en los ciclos más populares de la tele, en los boliches top y en las fiestas de los barrios más acomodados.
Más allá de todas las idas y vueltas de este estilo de vida y música, las grabaciones de cumbia villera han llegado a Bolivia, Colombia, Ecuador, México y en menor medida Perú. Y poco a poco intentan conquistar el mercado musical de Europa y Estados Unidos.

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